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Jazz y días de lluvia

Antonio Martínez Sarrión

Alfaguara. Madrid, 2002. 431 páginas, 19 euros

Ricardo SENABRE | Publicado el 19/06/2002 |  Ver el número en PDF

A pesar de lo que muchas veces se afirma, acaso con demasiada precipitación, los libros de memorias son muy abundantes en nuestra literatura del siglo XX. Escasea la autobiografía, esto es, la relación cronológicamente dispuesta de una vida, pero hay pruebas irrefutables del empeño de muchos escritores españoles en fijar por escrito recuerdos fragmentarios, o bien seleccionar experiencias significativas, impresiones, evocaciones de personas y lugares, sin supeditarlo todo a la rígida estructura de la sucesión temporal.

De los escritores de comienzos de siglo, podemos recordar entre los memorialistas a Baroja, Azorín o Ruiz Contreras; en la generación siguiente, a Ramón Gómez de la Serna, Azaña, Salvador de Madariaga o Alberto Insúa. Vendrán luego las páginas de Francisco Ayala, Laín, Marías, Benguerel, Corpus Barga o Sagarra, entre otros. Y más cercanos aparecen Barral, Semprún, Carlos Castilla del Pino o Antonio Martínez Sarrión, que completa con este volumen su tarea de memorialista comenzada con Infancia y corrupciones (1993) y continuada con Una juventud (1997). Siguiendo un modelo que podríamos llamar barojiano, el escritor albaceteño agrupa sus recuerdos en cuatro partes, de acuerdo con una distribución temática. La primera, titulada “De res publica”, gira en torno a los reflujos que los sucesos de mayo de 1968 despertaron en España, y tal vez es en esta parte donde se encuentran los pasajes más confesionales del autor; en la segunda -“Sombras nada más”-, asistimos a las relaciones del autor con gentes del cine; en la tercera, que lleva como diáfano título el de “Smoke gets in your eyes”, se habla de música, desde el flamenco y el pop a la ópera. La cuarta, que es también la más extensa, pasa revista a multitud de escritores con los que el autor ha tenido relaciones amistosas. Es aquí donde se encuentran los retratos más penetrantes y agudos, como sucede en las páginas dedicadas a Juan Benet, a Carmen Martín Gaite o a García Hortelano, en las que la capacidad de observación, la selección de rasgos que singularizan a cada escritor evocado y la excelente prosa de Antonio Martínez Sarrión hacen de la lectura una verdadera fiesta. El epílogo, con la evocación de los lugares queridos y el recuerdo indeleble de tres maestros -Baroja, Azorín y Valle-Inclán-tiene la intensidad lírica que cabe esperar de un poeta como Martínez Sarrión.

Dos aspectos me parecen destacables en este último volumen de las memorias del autor: en primer lugar, la deliberada opacidad del narrador, que parece a menudo simple relator de hechos ajenos en los que su presencia testimonial no ocupa nunca el primer plano; en segundo -y acaso esto dejará insatisfechos a algunos lectores-, el prisma benévolo a través del cual se contemplan las cosas, e incluso el humor que desactiva algunos hechos supuestamente decisivos, como la preparación de la antología de los novísimos por parte de Castellet (págs. 56 y ss.). Aunque en contadas ocasiones se dispara el exabrupto contra un escritor (pág. 330) o contra un libro (pág. 406), son éstas unas memorias amables en lo que se refiere a las personas que desfilan por ellas -tan numerosas que se agradece el índice onomástico final-, evocadas sin pincelada negativa alguna, podadas por completo de aristas, idealizadas por la amistad y por una actitud de bonhomie que las aproxima y reduce parte de sus diferencias, erosionando así en cierto modo la cuidadosa diferenciación establecida en los retratos. Pero, además, el libro no se lee con interés únicamente por contener un centón de noticias y anécdotas curiosas, sino porque está escrito con una prosa rica y sin apenas desfallecimientos. Algunos usos léxicos erróneos (“partidarios” por ‘partidistas’, pág. 63; “envites” por ‘embates’, pág. 90; “las antípodas”, págs. 79, 355) y alguna frase un tanto embarullada (págs. 293-94) no merman el valor indudable de estas páginas.





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Antonio Martínez Sarrión. Foto: Mercedes Rodríguez










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